Asomarse a la ventana del ayer intentando recuperar las alegrías de otros tiempos, a veces aumenta el desánimo ante la ausencia de personas que nos dejaron demasiado pronto, pero que sin duda, su paso por este mundo, en concreto por esta Hermandad, no dejaron indiferente a nadie. Hablamos de Don Manuel Núñez Ibáñez, “Manolito el juez”.
Su imagen está viva e intacta en los pensamientos y en los corazones de muchos de nuestros mayores que al recordarlo coinciden de una manera emotiva y especial en el amor desmesurado que profesaba a nuestra querida Madre, la Virgen de los Dolores, la cual bendijo, como solo Ella sabe hacerlo, unas manos que resultaron ser instrumentos armoniosos y de vital importancia en aquellos tiempos que no podemos calificar de mejores ni peores, pero si distintos a los actuales. Deteniendo el pensamiento en los recuerdos del ayer, nos centramos en el corazón del legado que nos dejó Manolito, y muchos concuerdan en que Plácido López Morán es su heredero universal, que sus manos reflejan el sentir mas soleano y verdadero cuando las posa con tanta delicadeza y amor sobre la que es para todos los soleanos, la Madre por excelencia, la que todo se merece. Vayan solo estas palabras para agradecerle a Ella, el habernos permitido tener entre nosotros a “Manolito el juez”, nuestro recuerdo para él, sabemos que está al lado de Dios disfrutando desde arriba del saberse recompensado por un sucesor que pone en su trabajo el esmero más profundo y sincero, y al igual que él, deja el corazón en su trabajo.
Señora, que nuestros pensamientos queden quietos en la memoria para que podamos besarlos y devolverlos hechos ofrenda como en vuelo de pájaro.
Madre de los Dolores, bendice, protege y aguarda a los nuevos soleanos que siguen las huellas de los que nos dejaron y que gozan de tu compañía eterna, y que todos seamos uno, llevando por el camino del amor, nuestros recuerdos, para que algunos se detengan en el ayer y otros permanezcan en el hoy.